2.28.2018

Reconstrucción de la percepción

Puedes comenzar por tu propia percepción. Saber que hay un nombre, una voz, un rostro para ti que te ponen ante otros; a veces te han ocultado y te duelen cuando no los reconoces. Observar el ámbito donde todo eso se cumple para dividirte entre otros nombres, voces, rostros.

Y hablas de ti como de algo completo pero disperso. Una salpicadura, un manchón que te ponen ante ti misma mejor que un concepto, más si te ponen junto con su claridad: la imagen tiene su propia luz, aun la imagen de las sombras: unida con la luz conceptual madura y transforma el ámbito inicial.

Entonces puedes comenzar con la percepción de los otros y del mundo como algo diferente del primer comienzo. Y sabes que la mancha tiene un nombre ya olvidado, como todo el primer comienzo. Hay quienes niegan la existencia de ese principio. Hasta ahora sabes a que se refiere. Pero eso ya no importa tanto como el porvenir.

El  mundo y los demás transfigurados por el rodeo del manchón y la salpicadura en la escritura y trazo sobre una superficie extendida al parecer sin limites. Esa extensión ideal recibe tu mirada y tu palabra para que mires y nombres limites puestos por ti misma: cuadrado, rectángulo, circulo. Formas estremecidas como adquiriendo sentidos fuera de ellas, venidos de un exterior más inteligible que sensible.

Un recorte o una ventana hacia un territorio en reconstrucción permanente, donde todo vuelve a comenzar una y otra vez, insistiendo en la experiencia como lo que da forma al flujo de sensaciones indiferenciadas. Las imágenes no tienen un principio, pero proclaman su intención, evidente para quien tenga ojos de señalar una dirección para que avances hacia allá. Y cuando llegas lo reduces a un aquí desde donde miras y comprendes.

Miras tu desplazamiento a través de colores, texturas, bordes, planos y otros elementos de un lenguaje que comprendes sin que sepas decir cómo ni por qué. Y a veces trazas signos que sabes pronunciar por que conoces su sonido, pero dejas en la superficie muda como si no estuvieran hechos para la vibración acústica sino para otra mas sutil, asida a la luz con hilos invisibles.

Para mantenerse en la misma frecuencia del gesto, la escritura se mantiene en el tono del delirio, esa forma de extrañamiento productivo que sabes usar sin haberla aprendido, por que salta por encima de tus arduos razonamientos lógicos.

Y con alas propias gravita, fiel a su naturaleza de imagen, sobre las ruinas de lo que veías como el mundo, los demás, tu misma antes de esta reconstrucción.