11.12.2017

Día 1

Porque sueño yo no lo estoy. Porque sueño, sueño.

Porque me abandono por las noches a mis sueños antes de que me deje el día. Porque no amo. Porque me asusta amar. Ya no sueño. Ya no sueño.


A ti la dama, la audaz melancolía, que con grito solitario hiendes mis carnes ofreciéndolas al tedio. Tú que atormentas mis noches cuando no sé qué camino de mi vida tomar... te he pagado cien veces mi deuda. De las brasas del ensueño sólo me quedan las cenizas de la mentira, que tú misma, me habías obligado a oír. Y la blanca plenitud, no era como el viejo interludio y sí, una morena de finos tobillos que me clavó la pena de un pecho punzante en el que creí, y que no me dejó más que el remordimiento de haber visto nacer la luz sobre mi soledad.

Mi madre nos regaló una bonita rosa de plástico teóricamente para alegrar nuestra habitación por eso de que la flor es una imagen, o más bien una idea de la naturaleza. Su rojo escarlata estaba siendo enterrado por el polvo que cada vez la asfixiaba más. Si al menos alguien de la familia pudiera darse cuenta de que esta flor carece de naturalidad, con su etiquetita dorada Made in Hong Kong pegada bajo un pétalo, bastaría con un pequeño gesto sin esfuerzo para despegar esa etiqueta y empezar a creer en esa ilusión. Pero me niego a tocarla, no quiero hacerle un lugar en este cementerio de muertos vivientes.