6.07.2023

El falso cuervo...

Una vez, en triste medianoche, cuando, cansada y mustia, examinaba diseños raros de olvidada ciencia, mientras cabeceaba adormecida, un deseo incontenible por una taza de café surgió de lo mas profundo de mi ser. 

Somnolienta, arrastrando los pies, me levanté de mala gana de mi escritorio, dispuesta a triturar unos pocos granos en el molino eléctrico. Cuando a la mitad del camino, comprendí que tal tarea me resultaría imposible, puesto que a estas horas, es menester mantenerse sigiloso si es que uno no tiene la intención de incordiar de manera alguna al tiránico capataz de la casa y además está dispuesto a recibir el castigo pertinente por tal atrevimiento.

Decidí pues, haciendo el menor ruido posible, tomar las llaves de mi auto y dirigirme hacia la botica más cercana para adquirir un vaso del deseado líquido.

Al llegar, un dependiente mal encarado me recibió indiferente, contestando con monosílabos toda frase que amable, le dirigí a pesar de la terrible expresión de trasero de mico que el hombre sostenía en su horrible rostro.

Sin embargo, después de insultarlo mentalmente, por supuesto, mantuve mi buen ánimo. Al final del día, cumplí mi cometido, obtuve el café y eso era todo lo que me importaba en ese momento.

Al entrar a casa, sigilosa nuevamente, decidí aproximarme temerosa a la habitación del terrible capataz para verificar que continuara durmiendo. Silencio absoluto.

Abrí la puerta lentamente para descubrir que el pequeño hombrecillo no se encontraba ahí. Un extraño pesar lleno mi alma de angustia, imaginando futuros escenarios espantosos. Y comencé a cuestionarme un sin fin de probabilidades lejanas.

¿Y si el capataz decide estudiar en otro estado? ¿En otro país? ¿Y si se casa pronto? ¿Y si tiene hijos y me convierte súbitamente en abuela? ¿Y si...?

Basta, te confundiste de día, es todo, dije para mi. Hoy es martes. Día en que el capataz se va a dormir  a casa de su padre. 

Solo esto y nada más...