3.06.2017

Con cojones por favor...

Mire, no me venga usted con flores exóticas ni cajitas llenas de chocolates sebosos por que para empezar ni me gustan.

Venga usted con cojones, que eso si sería algo extraordinario.

Venga usted dispuesto a desnudarse y no me refiero a quitarse la ropa, hablo de quitarse el disfraz que usa usted a diario, la máscara con la que saluda diplomáticamente a las personas que le caen en la punta del hígado, la pose con la que parece usted fuerte cuando por dentro se lo esta llevando el infierno.

Y traiga pañuelos, para llorar juntos cuando me cuente que su padre era un alcohólico o que su madre lo abandonó de pequeño y todos esos secretos y cosas que le carcomen por dentro y que no se ha atrevido a decirle a nadie ni a pronunciar en voz alta. Venga usted con los pantalones suficientes y bien puestos para decirme de frente te quiero o ya no me interesas con la misma facilidad, por que a mi nada ni nadie puede lastimarme, exijo valentía por que yo misma soy valiente y siempre le diré lo que siento y pienso sin reparos.

Pero sobre todo, antes de que venga, sepa usted que estoy loca y rota y no pienso, no puedo y no me interesa hacer nada al respecto, entérese que me gusta Cortázar de forma enferma y obsesiva, que mis temas de conversación son limitados, yo solo hablo de la vida, de la muerte, del amor, del concepto retorcido que tengo de la espiritualidad, de libros, de autores y de intelectualidades superficiales, que lo primero que haré será preguntarle su fecha y hora de nacimiento (como hago con todo mundo, no se sienta usted especial) para comparar nuestras cartas astrales y verificar como fluyen nuestras energías, que me río de la desgracia ajena, que mi humor es negro, negro azabache, que uso palabras inventadas y resultan ser bastante contagiosas, que soy una pintora frustrada, que odio a los perros y en general toda responsabilidad, que me gusta leer y escribir cosas trágicas, que tengo un hijo igual de rebelde que yo que no tiene la decencia de llamarme madre porque me habla por mi nombre, que entiendo la felicidad como un estado temporal y por lo general inalcanzable del que dudo mucho se pueda sacar algo de provecho, que el mundo a mi ver es un sin sentido al que le trato de ver el lado agradable de vez en cuando, pero la sensación de bienestar me dura solo un rato, que hablo como pirata alcoholizado y recientemente he adquirido la liberadora costumbre de levantarle el dedo medio a la gente que me molesta, que si me da la gana lo voy a querer en un instante como si fuera la primera vez que le quieren y tenga por seguro que se sentirá usted más aceptado que nunca por que yo voy a respetar todas sus peculiaridades, pero que si sale usted con niñerías me lo voy a sacar de la cabeza de un día para otro y además, descaradamente intentaré ser su amiga como si nada hubiera pasado jamás entre nosotros.

Que un día iremos por un café para reírnos de tiempos remotos y usted se va a preguntar como demonios me dejó ir pero ya no habrá nada por hacer por que de donde me voy jamás regreso. Entonces se irá a casa con la esperanza mediocre de encontrar por lo menos una mujercita de esas que se enamoran con flores y tragan chocolates.

Y la encontrará....