9.25.2013

Un hombre que duerme (fragmento)

Casi no has vivido y, sin embargo, todo está ya dicho, ya terminado. No tienes más que veintincinco años, pero tu camino está trazado de antemano. Los papeles están distribuidos, las etiquetas: desde el orinal de tu primera infancia hasta la silla de ruedas de tu vejez, todos los asientos están listos y esperan su turno. Tus aventuras están tan bien descritas que la más violenta de las rebeliones no haría fruncir el ceño a nadie. Podrías bajar a la calle y hacer volar los sombreros de las gentes, cubrirte la cabeza de inmundicias, andar descalzo, publicar manifiestos, disparar balazos al paso de un usurpador cualquiera, de nada serviría: tu cama ya está hecha en el dormitorio del manicomio, tu cubierto ya está puesto en la mesa de los poetas malditos. Barco ebrio, miserable milagro: el Harrar es una atracción de feria, un viaje organizado. Todo está previsto, todo está preparado hasta el más mínimo detalle: los grandes impulsos del corazón, la fría ironía, el desgarramiento, la plenitud, el exotismo, la gran aventura, la desesperación. No venderás tu alma al diablo, no irás, en sandalias, a arrojarte dentro del Etna, no destruirás la séptima maravilla del mundo. Todo está ya listo para tu muerte: la bala de cañón que acabará contigo ya está fraguada desde hace mucho tiempo, las plañideras ya han sido designadas para seguir tu féretro.