12.08.2016

de... El ocaso del pensamiento

Quien no conozca la tentación es un fracasado. Por ella vivimos, por ella nos hallamos en el interior de la vida. Cuando se ha terminado con el mundo, las tentaciones celestiales nos encadenan como una prueba de la ultima reserva de vitalidad. Con dios abortamos el fracaso inscrito en el exceso de amarguras.
Y cuando estas nos secan los sentidos, una sensualidad del corazón sustituye con llamas sutiles la ciega agitación de la sangre. El cielo es una espina en el instinto, lo absoluto una palidez de la carne.