3.27.2013

Penitencia

Las viejas comadres de la aldea, esas que ven pasar la vida hilando frente a sus chimeneas, gustan de contar a los niños la historia de mi espejo de cristal negro. De cómo invocando artes prohibidas encerré dentro a mi nieta más joven y después, durante una noche de luna llena, me desnudé y dejé que su luz oscura bañase mi cuerpo marchito, convirtiéndome en la doncella perpetua que ahora soy. Afirman que desde entonces mi belleza es eterna y mi perversión, infinita. Ignorantes, creen que es el Diablo quien inspira mi crueldad. No saben que, cada noche, me atormenta el llanto inconsolable de mi pequeña, que me pregunta, una y otra vez, si se ha ido el lobo y puede salir ya de su escondite.