12.27.2012

Bibelot

Al norte del pueblo se encuentra el muro. Es una pared lisa y blanca, sin grietas, que serpentea por la región durante kilómetros, invisibles su principio y su fin.
Nadie sabe quien lo construyó ni por que está ahí. Los aldeanos simplemente evitan hablar de él. Los niños tienen prohibido acercarse. Las mujeres temen ver su reputación perdida si osan tocar una sola de sus piedras.
A menudo la cabeza me zumbaba de oir tantas leyendas sobre lo que había al otro lado: criaturas con cuernos y escamas, un gigante dormido, un oceano impenetrable... Así que una tarde encaje mis pies en las rendijas de su base y comencé a ascender, transpirando, desgarrando mis músculos, quebrandome las uñas hasta sangrar.
Mientras trepaba, podía escuchar el eco de otra respiración, rápida, muy cerca de mi. Al otro lado alguien estaba subiendo conmigo. Llegamos a la cima a la vez. Y los dos parpadeamos sin comprender.