9.27.2012

Al fin y al cabo, Narciso


Comprendo en ti la soledad sin tacha,
sin fisuras, del cuerpo que está amando a otro cuerpo
cuyas señas ignora, sin más conocimiento
que el de la carne abierta, su resplandor de venas
como pequeños ríos, su belleza impaciente,
su adelanto mortal de algún atlas secreto.
Qué solitariamente te entregas. no te inquietan
preguntas, no te duele la memoria
del ser que frente a ti se desenreda
torpemente de otros pasados cuerpos.
Ni te hieren los nombres que no oíste,
sus sílabas de hielo rompiéndose en tus besos.
Como una isla, tu contorno esquivo,
sin señas ni recuerdo, sin contactos, sin puentes,
se perfecciona a solas. Y contemplo tus playas
como un náufrago; toco la tierra de tu pecho
exiliada de ti antes de habitarte.

La pura soledad y el olvido que eliges te hacen cerco.