6.14.2012

De: El amor, las mujeres y la muerte

Nada hay fijo en esta vida fugaz: ¡ni dolor infi­nito; ni alegría eterna; ni impresión permanente; ni entusiasmo duradero; ni resolución elevada que pueda persistir la vida entera! Todo se disuelve en el torrente de los años. Los minutos, los innumerables átomos de pequeñas cosas, fragmentos de cada una de nuestras acciones, con los gusanos roedores que devastan todo lo que hay grande y atrevido... Nada se toma en serio en la vida humana: el polvo no me­rece la pena.

Debemos considerar la vida cual un embuste continuo, lo mismo en las cosas pequeñas como en las grandes. ¿Ha prometido? No cumple nada, a me-nos que no sea para demostrar cuan poco apetecible era lo apetecido: tan pronto es la esperanza quien nos engaña como la cosa esperada. ¿Nos ha dado? No era más que para recogérnoslo. La magia de la lontananza nos muestra paraísos, que desaparecen como visiones en cuanto nos hemos dejado seducir. La felicidad está siempre en lo futuro o en lo pasado, y lo presente es cual una nubecilla obscura que el viento pasea sobre un llano alumbrado por el sol. Delante y detrás de ella todo es luminoso, sólo ella proyecta siempre una sombra.

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